Las barreras culturales que se encuentran los productos

Diseñar productos universales y a la vez personalizados, que den respuesta a todos y cada uno de sus clientes, es uno de los retos más complicados a los que muchas empresas se enfrentan en su día a día. Un aspecto de vital importancia para todos los que han hecho de la globalización uno de sus mejores aliados, el cual es imprescindible saber gestionar si se quiere que el trabajo no sólo traspase fronteras, sino que además funcione fuera de ellas. Qué hace que el mismo producto que triunfa en unos lugares pase desapercibido en otros, cuáles son las necesidades de cada sociedad, o qué diferencia a una cultura de otra, son algunos de los aspectos que Actiu pudo analizar en el encuentro ‘Los efectos de las barreras culturales en los productos’, organizado por Roca con motivo de la segunda exposición de su centenario en el Roca Madrid Gallery y moderado por el Premio Nacional de Diseño 2017, Manuel Estrada. Una oportunidad de conocer de primera mano la opinión de profesionales de empresas especializadas en el diseño de mobiliario, la gastronomía o el sector hotelero, a priori muy distintas entre sí pero con un fuerte nexo en común: la influencia que la cultura tiene en la creación y gestión de sus productos, y cómo conocer y saber adaptarse a las particularidades culturales de cada región resulta fundamental para todas ellas.

Hacia una globalización local

Desde su nacimiento con la revolución industrial, la globalización no ha parado de evolucionar. La repetición indiscriminada del mismo modelo, desarrollada por muchas empresas hasta hace relativamente poco, es un proceso ya en vías de extinción, a favor de un mercado que apuesta por una combinación de lo ‘global’ y lo ‘local’. La industria estandarizó la calidad y acercó el diseño a un mayor número de personas, pero redujo la singularidad asociada desde siempre a un producto individual, que ahora se quiere recuperar a través de un diseño más participativo y democrático. No se trata de hacer productos a medida, sino de personalizar los ya hechos para adaptarlos a cada proyecto, cultura y hábitos de trabajo, en un proceso que implica además un importante ahorro de tiempo y dinero.

Las barreras culturales como oportunidad

La cultura, entendida como el conjunto de saberes, creencias y pautas de conducta de un grupo social, es uno de los factores más importantes en el desarrollo de cualquier producto.  “No todos los países entienden lo mismo por rituales como el de la higiene y el sector del baño, que son utilizados e interpretados de forma completamente distinta según la cultura y el lugar”, apunta el Director de Diseño e Innovación de Roca SanitarioJosep Congost. Y es que, como bien apunta el Director de Marketing y Comunicación de Taste of AmericaEnrique Charro Herrera“aunque debilitadas por la globalización, las barreras culturales siguen existiendo, y para que un producto funcione, resulta imprescindible conocer muy bien, tanto la cultura del país, como al público objetivo”. Según Ramón Fernández, Director Técnico de Room Mate Hotels “es fundamental dejar de ver estas barreras como una desventaja y convertirlas en una oportunidad, a través de un proceso que respete la cultura local y no imponga el producto, sino que lo adapte”.

Fotografía: Room Mate HotelsFotografía: Room Mate Hotels

El entorno social y cultural del trabajo

“Si la sociedad de hoy consume de una manera diferente, se desplaza de una manera distinta y se relaciona de una forma diferente… ¿por qué los espacios de trabajo son de otra época?”, señala la Directora de Comunicación Estratégica de Actiu, Soledad Berbegal. Un proceso que, en su opinión, “avanza de forma muy positiva con la globalización, a través de espacios de trabajo cada vez más coherentes, tanto con la jerarquía interna de su ‘huésped’ como con los modelos sociales de relación”. Entornos convertidos en el ‘segundo hogar’ de muchos trabajadores, en los que el diseño resulta una herramienta imprescindible a la hora de generar bienestar, sinergia y confianza entre las distintas culturas, y donde muchos de los conceptos ‘universales’ tan en boga estos últimos años, como el open space, el coworking, el teletrabajo, el sentimiento de pertenencia, el diseño, la ergonomía, la tecnología o la flexibilidad, son ya repensados dependiendo de cada entorno social y cultural. De este modo, muchas empresas han dejado de copiarse a sí mismas para reinterpretarse, conjugando modelos locales ya existentes y adaptando los prototipos ‘universales’ de organización espacial y sus productos a cada lugar. Un proceso bidireccional, en el que las empresas adaptan sus estándares corporativos a una cultura local a la que se pide se muestre receptiva al cambio y la innovación.

La internacionalización del espacio de trabajo

Ya hace años, el psicólogo social holandés Gerard Hendrik Hofstede establecía con sus Cinco dimensiones culturales qué factores determinan el diseño de los espacios de trabajo. Cinco parámetros –Distancia al poder, Individualismo vs Colectivismo, Masculinidad vs Feminidad, Evasión de la incertidumbre y Orientación a largo vs Orientación a corto plazo– que condicionan y definen la forma en que cada sociedad vive y percibe estos entornos. Qué culturas son más recelosas de su individualidad y cuáles están más abiertas a la colaboración y al cambio, qué papel juegan la jerarquía, el control o el sentimiento de pertenencia, cuál es su tolerancia a los espacios de trabajo reducidos y a diluir barreras entre la vida personal y la profesional, o cuáles son las formas de trabajo predominantes en cada zona, son algunos de los aspectos a tener en cuenta a la hora de diseñar espacios de trabajo fuera de nuestras fronteras. Un proceso de internacionalización en el que Actiu ha apostado por la creación equipos de trabajo específicos para cada área geográfica, formados por nativos que conocen perfectamente las demandas y necesidades de su cultura, y sus distintas normativas, muchas veces muy dispares entre sí. Mercados ya consolidados, como el alemán o el francés, que con una fuerte apuesta por el diseño y la compra on line requieren de una estrategia completamente distinta a los desarrollados en Polonia y Rusia, que convertidos ya en paradigma de los nuevos espacios de trabajo viven un momento de crecimiento e innovación significativo; o en mercados ‘más convencionales’ como el africano, que apenas incorpora soluciones de electrificación, y reticente a trabajar en proyectos sigue utilizando el método de compra tradicional, o el de Emiratos Árabes Unidos, donde aún no se ha implantado el open space. Culturas muy distintas entre sí pero con un mismo deseo en común: crear espacios de trabajo atractivos, que fomenten el bienestar y donde sus trabajadores se sientan ‘como en casa’.